La actitud recurrente de adultos es que los niños compartan a toda costa... es que no saben lo importante que es dejar que ellos decidan
"PRÉSTALE el coche a tu primo". "Ya, pues, no seas egoísta y deja que juegue un rato con tu muñeca, ¿Qué te cuesta?". "Tienes que aprender a prestar tus cosas". El diálogo es un clásico y la cara de "no quiero prestar nada de lo mío", también. Porque eso de que el niño(a) aprenda a "compartir" pareciera ser una cruzada personal de cada padre y el lema por el que se rigen jardines infantiles, playgroups, kínder y prekínder de todos los colegios conocidos y por conocer.
El tema es que si el hijo(a) de tres o cuatro años es capaz de entregar casi voluntariamente su juguete al del frente, está todo muy bien. Felicitaciones masivas y vamos a otra cruzada por su bien.
...O por su mal. Porque lo que se sabe ahora es que no sólo no tiene mucho sentido obligar a un pobre niño de dos años a entregar su pelota al de al lado, sino que si hay una mala práctica esta es la del adulto que interviene a favor de "los dos", es decir, jugando a ser Salomón.
De acuerdo con David Lancy, psicólogo y antropólogo de la Universidad de Utah, dejar que los niños se enfrenten a otro y decidan incluso no prestar sus objetos favoritos, es hasta bueno. Según explica, en esas instancias poco importa el juguete. Lo relevante, es la emoción de la pelea, que permite el desarrollo de la inteligencia social. "El juego infantil incluye un sistema extremadamente complejo de normas, un código de leyes y jurisprudencia propio", explica. Y son los propios niños los que deben enfrentarse a esas reglas, aceptarlas o revelarse ante ellas.
Política de compartir
Pero actualmente, dice Lancy, existe una "política de compartir". La interacción libre y sin supervisión de los juegos de los niños casi no existe. Tal vez -reflexiona- los padres sienten que tienen que enseñar a sus hijos las habilidades sociales que de otro modo no recogen a través de medios más informales.
En su libro Anthropology of Childhood, el experto indica que muchas sociedades consideran a los menores como egoístas y les exigen tomar medidas explícitas para cambiar su comportamiento. A su vez, los padres de hoy están acosados por una ansiedad por no querer que sus hijos se enfrenten a la frustración, tristeza, o cualquier otra emoción negativa. "En su papel como cuidadores del niño, ellos quieren evitar los gritos de una carga infeliz que podría ser la pelea con otro niño", agrega.
Marianela Hoffmann, psicóloga infanto juvenil de la Facultad de Psicología UDD, establece que los padres ante todo deben tener calma: aprender a compartir se desarrolla con el tiempo. Es un proceso gradual. Y decirle a un hijo "tienes que compartir" no es una manera efectiva de enseñar a compartir.
Y no espere que lo haga antes de los seis años. A esa edad, dice Hoffmann, es cuando tienen mayor facilidad para desprenderse de lo propio. Por eso, recomienda enseñarles cuáles son sus cosas y las de todos dentro de la casa. Y la ventaja de establecer los turnos donde se les enseñan a intercambiar juguetes.
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