viernes, 2 de marzo de 2012

MI CUENTO: LA LOCURA DE UN CAMINO


La locura de un camino

He aquí la historia de un camino maduro, sin piedras, sin asfalto, que fue alegre en días cálidos y sosegados, pues se convertía en un lugar para centenares de peregrinos cargados, y casa de veraneo para otros tantos, gozaba de la protección de un techo azulado y de la compañía de unas blancas nubes a su lado.

En días frescos, se volvía un camino solitario, poco concurrido, y a pesar de su sabia vejez, curvado, aún teniendo un cuerpo obeso, manos ásperas y veteranas, comenzaba en días de nubes demacradas, triste, a llorar con ganas.

La perseverante compañía de nubes grises, su tristeza alargaba, enloquecido y preso de la rabia, con constantes golpes me despertaba, al alba, en la tarde, en la noche, a todas horas me buscaba y con silbidos enérgicos me gritaba…¡que vengan las nubes blancas, que me proteja el techo azul, que vengan los días cálidos que me dan vida y luz!
Yo solo le contestaba que remedio a su pena no encontraba, que aunque ya nadie a su lado quedaba, ni en su camino paseaba, mis abuelos, mi hermano, y yo, de su lado no marchaban.

Las nubes grises espantadas, ya presas de miedo y aterrorizadas a otros tranquilos lugares se
marchaban. Apretuje mis ojos, tuve miedo, durante toda la noche se columpiaba, gritaba, y en mis pensamientos rogué que se tranquilizara, que se cumpliera el deseo que predicaba…¡que vengan las nubes blancas, que le proteja el techo azul, que vengan los días cálidos que le dan vida y luz!.

Amaneciendo, un estrepitoso golpe me despertada, sus pies al descubierto quedaban, y dormido
sobre una alfombra amarilla al fin ya tranquilo reposaba.


He aquí contada la historia de un camino (árbol) que fue presa de una locura (tornado), explicado este fenómeno con la supuesta mirada de una niña. No fue el único árbol que enfermó de locura aquel triste invierno, otros muchos padecieron la misma tristeza, la misma ira, la misma locura y todos acabaron dormidos sobre una alfombra amarilla, todos presas de
aquel fuerte viento.

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